martes, 21 de octubre de 2008

La Bolsa

Os quiero contar una historia que os puede reflejar un poco como actuar a la hora de introduciros en el mundo de la Bolsa.
Una vez, hace muchos años, recuerdo que mi abuelo me contó esta historia que le había contado su abuelo que a la vez se le había contado su abuelo.
Decían, que allí dónde vivían, cerca de algún lugar, habían siempre cientos de golondrinas que se posaban en el campanar de la Iglesia y se amontonaban a veces en cientos.
Al poco tiempo, un misterioso hombre, venido de tierras extrañas y acompañado por su servicial mayordomo se instaló en una casa cerca del centro del pueblo. Pasaron los días y ese hombre se acercó a un chico y le dijo que le daría una moneda de oro por cada golondrina que le trajera.
El chico, entusiasmado y en compañia de varios de sus amigos, subió al campanario de la iglesia del pueblo y capturó, junto a sus amigos, cuantas golondrinas pudieron y se dirigieron a casa de aquel foráneo, en busca de sus monedas de oro. La promesa del hombre se cumplió. El chico y sus amigos se convirtieron de la noche al día en los más ricos del pueblo.
Al día siguiente volvieron al campanario, pero la noticia había corrido como la pólvora y estaba lleno de gente. Cada vez habían menos golondrinas.
Esta vez el hombre ofrecía 2 monedas de oro por cada golondrina, debido al mayor esfuerzo que tenían que realizar las personas por cada golondrina que quería capturar.
Poco a poco ya casi ninguna golondrina quedaba en el campanar y cada vez costaban mas de capturar, así que el hombre pasó a ofrecer 4 monedas de oro por golondrina. Dicen que un joven del pueblo logró coger la última golondrina que quedó en el campanar y aquel hombre extranjero le ofreció 8 monedas de oro por ella.
Cuéntan que un día, aquel extraño hombre avisó en el pueblo de que se iva por unos días pero que a la vuelta necesitaría más golondrinas. Su mayordomo se quedó en el pueblo vigilando su casa y controlando que todo fuera bien. A la mañana siguiente citó a todo aquel que quisiera en casa del forastero, enseñándoles una inmensa jaula en la que estaban encerradas miles de estas golondrinas y les dijo:
-Sé de buena tinta que mi señor necesita más golondrinas, pero con todas las que aquí hay encerradas, no se daría cuenta si hay unas pocas menos. Y también se de buena tinta que estaría dispuesto a ofrecer más de 50 monedas de oro por cada una que le traigais cuando vuelva.
Las pujas empezaron a darse acaloradamente.
10 monedas...12 monedas...
Poco a poco la jaula se vaciaba, y los pueblerinos y campesinos gastaron todos los ahorros de una vida en comprar las golondrinas que tanto abundaban en su pueblo. Dicen que la última golondrina de la jaula se vendió por 49 monedas de oro y que la compró el alcalde del pueblo.
El mayordomo se marchó en un caballo que tiraba de él y de 10 cofres llenos de monedas de oro diciéndoles que iba a avisar a su señor de que en el pueblo volvían a haber golondrinas para comprar. La gente lo despidió muy alegre y ansiosa, deseándole suerte y pidiéndole que no tardara mucho en volver con su señor.
Cuenta la historia que jamás se volvió a saber nada ni del mayordomo ni del señor y que el pueblo pasó muchos años de pobreza, hambruna y penurías pero que aprendieron lecciones muy importantes que no olvidaron jamás.
Esta historia nos deja una serie de moralejas que deberíamos tener claras a la hora de operar en Bolsa:
Vended cuando toque y comprad cuando toque
No jugueis en Bolsa el dinero que os sea necesario para otras necesidades
No os fiéis de los chollos y andad siempre al acecho en estos casos
No dejeis que, como se dice en España, la avaricia rompa el saco
Intentad predecir lo que hará la multitud para sacar beneficios de su conducta
¡Un saludo y os espero próximamente!

1 comentario:

Germán Gómez dijo...

Muy buena historia, gracias por compartirla